Josefina Castellví

Ciencias Biológicas

La vida siempre es una gran aventura, dos en realidad, una aventura interior y una exterior. Y Josefina Castellví, Pepita como le gusta que la llamen, les ha dedicado su vida entera a ambas: a la investigación de la Antártida, y a un complejo viaje emocional hecho de reconocimiento y fidelidad sin límites hacían su maestro y visionario del potencial antártico, Antoni Ballester.

Una pionera, una mujer fuerte y luchadora que se enfrentó con pasión a los obstáculos puestos en el camino de las mujeres para impedirles avanzar y una mujer capaz de una ternura y fidelidad eternos hacia la persona que le ayudó a superarlos y que le descubrió su paraíso perdido, la Antártida. Esta es su historia.

Josefina nació en 1935, en una familia barcelonesa de padre médico y madre ama de casa. Sus padres con ideas revolucionarias para la época, inculcan en sus hijas la idea de la autosuficiencia y las instan a estudiar. Pepita estudia biología marina, acaba la carrera en 1957 y consigue una beca del gobierno francés para estudiar bacterias marinas. En 1960 se ofrece para trabajar y acabar la tesis en el Instituto de Investigaciones Pesqueras (el actual Institut de Ciències del Mar del que fue directora años más tarde en 1994 y 1995). – “Hijita, se equivoca usted, ¡esto no es para mujeres!”. Le contestó el responsable. Finalmente consigue convencerle, pero la relegan a tareas de despacho, no la dejan ir a por muestras en los barcos. Ella le ruega un día al director que le deje ir, que no lo volverá a pedir nunca más. Así lo hizo. Al día siguiente se subió al barco sin pedir permiso y ya no volvió a bajar. Tiempo más tarde otro revolucionario llamado Toni Ballester aparece en el instituto con ideas nuevas y ganas de cambiar la investigación oceanográfica. Los espíritus afines se reconocen y se alegran de encontrarse. Toni cuenta con el talento y la fuerza de Pepita para todas sus expediciones, África primero y luego la Antártida en 1984. Ella lo recuerda así: – “Mujer y joven, nadie me hacía caso hasta que tú confiaste en mí”.

Toni y Pepita eran firmes defensores de montar una base española en la Antártida y pasan años intentando convencer a la clase política de su importancia. – “Es muy caro y no sirve para nada”, responden. – “Si eso les parece caro prepárense para el coste de la ignorancia”, les responden. Finalmente, España ve el interés de entrar en el tratado Antártico, pero para ello tener una base allí era indispensable y les encarga con prisas instalar la base antártica en menos de un año. Inauguran la base el 8 de enero de 1988 después de pasarse meses durmiendo sobre el hielo en tiendas de campaña. Solo un mes después de ver inaugurada su amada base, Toni sufre un ictus que le incapacita totalmente. Pepita se rompe por dentro, para empeorarlo España se desentiende de ellos en cuanto se ratifica el tratado Antártico. Pepita se traga los pedazos y decide seguir trabajando como jefa de la base y acumular historias para contárselas a Toni de vuelta en Barcelona.

En 1989 se convierte en la responsable del Programa Nacional de Investigación Antártica. Microbiología, meteorología, geología, fauna. Pepita afirma que en esos hielos se encuentra inscrito el pasado del planeta y también su futuro. En 1994 regresa a Barcelona a dirigir el Institut de Ciències del Mar. En el año 2000 se jubila con numerosos premios a sus espaldas. Deja de mirar al mar y se concentra en sus otras pasiones, hacer encaje de bolillos, dar conferencias alertando de los peligros del cambio climático y pasear a Toni en su silla de ruedas mientras le habla de la Antártida y le recuerda historias pasadas.

Ella juró que nunca volvería a la Antártida, pero Pepita siempre fue impulsiva y cuando en el año 2013, en el 25 aniversario de la base española de la Antártida, le proponen volver para hacer un documental sobre su vida, acepta sin pensarlo. Se sube de nuevo a un barco con 77 años y se prepara para otear de nuevo el horizonte blanco que es para ella a la vez nostalgia y futuro.


Artista: Cachete Jac

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