Álgebra
Un ser humano perfecto, en cuerpo y mente. Este fue el deseo de Teón, padre de Hipatia, un deseo que contrastaba con la imposibilidad de las mujeres del siglo IV para acceder a la educación y a la actividad física. Y un deseo que hizo realidad a través de su hija.
Una comunidad basada en la amistad y en el amor al conocimiento, sin una estructura jerarquizada, con igualdad de género y de clase. Estas eran las aspiraciones de la comunidad pitagórica y neoplatónica en las que se desarrollaron tanto Teón como Hipatia.
Dos sueños que parecen actuales pero que tuvieron lugar en el siglo IV, y que juntos, posibilitaron el desarrollo de una mujer excepcional que nació, según apuntan los escritos, sobre el año 370. Ella fue una de las primeras científicas de las que tenemos referencia y además fue maestra de científicos dentro de la escuela neoplatónica que la educó.
Hipatia dio un impulso decisivo al álgebra con la creación de unos signos matemáticos que simplificaban y agilizaban las operaciones y los cálculos. Participó junto a su padre en el estudio de la obra de Ptolomeo, apareciendo en el tercer volumen la siguiente referencia “Comentario de Teón de Alejandría al tercer libro del Sistema Matemático de Ptolomeo. Edición controlada por la filósofa Hipatia, mi hija”. También sabemos, gracias a los escritos de sus discípulos, que se dedicó a las ciencias aplicadas confeccionando un planisferio celeste y un hidroscopio para pesar los líquidos. Pero por encima de toda su obra científica, fue una gran maestra que enseñó a sus discípulos a defender su derecho a pensar incluso cuando se equivocaran, porqué, según ella, “pensar de manera errónea es mejor que no pensar”. Sus alumnos, siguiendo los principios del neoplatonismo eran un modelo de diversidad cultural, religiosa y étnica. Lo cual atraía a intelectuales de diferentes partes del mundo que acudían a la ciudad para formarse con ella sobre las diferentes concepciones filosóficas y científicas del momento.
Ejemplo de su pensamiento insumiso y adelantado fue su creencia en el heliocentrismo a pesar de la concepción geocentrista que imperaba en la escuela neoplatónica. Concepción que además se mantuvo vigente durante 1000 años después de su muerte, hasta la publicación en 1543 del “De revolutionibus orbium coelestium” de Copérnico.
Su brutal asesinato fue consecuencia de las luchas de poder y el odio hacia todo lo que representaba. Hipatia contaba con una gran influencia en la esfera política y en la alta aristocracia. Era conocida y respetada por sus valores éticos y su sabiduría y los representantes políticos, paganos y cristianos, recurrían con frecuencia a sus consejos. La elección de Cirilo como obispo de Alejandria el 17 de octubre de 412 fue el principio del fin del sueño alejandrino. Cirilo detentaba el poder eclesiástico y envidiaba el prestigio social civil de Hipatia. Por ello inició una campaña de difamación que la presentaba como una bruja peligrosa creadora de ateos. La campaña de difamación culminó con éxito en marzo del año 415, en el que un grupo de cristianos fanáticos la sacaron del carruaje, la desnudaron y la mataron con fragmentos de cerámica para después quemar sus restos a las afueras de la ciudad.
Parece como si la historia quisiera con este cruel asesinato escenificar el paso del razonamiento clásico al oscurantismo medieval, el fin de un sueño. Ella fue la primera de muchas brujas, la primera de tantas mujeres de pensamiento insumiso, un ser humano completo con vocación de perfección, la gran maestra de maestros: Hipatia de Alejandria.
Ubicación: consultorio auxiliar Arquitecto Tolsá. Cruce c/ Duc de Mandas – c/ San Vicent de Paül
EMT Líneas: 11, 12